Mario Pérez Antolín

Mario Pérez Antolín

Prólogo de Concisos. Aforistas españoles contemporáneos. Carlos Aganzo

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  • La fuerza de una buena máxima es tan grande, y se abraza de tal manera a la intrincada raíz de nuestro pensamiento, que con frecuencia la frase se termina independizando de su autor mortal y pasa a formar parte del ideario colectivo con rango de verdad perenne. Todo el mundo sabe, por ejemplo, aquello de que «lo bueno, si breve, dos veces bueno». Pero ya son algunos menos los que identifican esta máxima con el magín de Baltasar Gracián. Y menos aún los que conocen la sentencia completa, incluida en su Oráculo manual y arte de prudencia, de 1647: «Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Y aun lo malo, si poco, no tan malo».

    No sé si por bueno o por malo, pero lo cierto es que lo breve se ha convertido en el signo de distinción de nuestro tiempo. Cada segundo, cuatrillones de palabras van del corazón al satélite y del satélite al cerebro palpitante, portando su mensaje leve, sencillo, original incluso, aunque nos llegue repetido a la enésima potencia. Cada yoctosegundo (es un decir), el lenguaje se crea y se destruye ante nuestros ojos; ojos atónitos y enfermos de mirar la pantalla; la micro pantalla; la insoportable brevedad del ser, instantáneo y perentorio, a la que nos condenan los así llamados teléfonos inteligentes. 

    Es en este contexto de endiablada inmediatez en el que el viejo aforismo, aquel que Hipócrates cultivó bajo juramento para describir con precisión los síntomas y el diagnóstico de las enfermedades, ha cobrado una fuerza literaria que nadie era capaz de predecir. Quienes pensaban que lo extenso, lo facundo, lo prolijo, lo discursivo y kilométrico iban a quedar para la imprenta, mientras que lo corto, lo sucinto, lo conciso, lo lacónico y telegráfico eran carne virtual de las redes infinitas, se equivocaban. Se equivocaban porque hoy más que nunca se hace necesario bajar a la tinta y al papel, al formato del libro, algo, a ser posible lo mejor, de todo este torrente incalculable de pensamientos y sentimientos que arrasan las aldeas globales como un incendio universal.

    Sentimientos y pensamientos, digo bien. Por no precisar más y hablar de intuiciones y develaciones. Porque en la cosa del aforismo uno nunca sabe dónde está el límite entre lo uno y lo otro, siempre que se cumpla con la premisa de la brevedad. Así, en corto y por derecho, en este libro se dan cita los materiales concisos de veinte aforistas de pro. Veinte voces en lengua española que representan lo más granado de este género que somete las grandes verdades del barquero a la más precisa maquinaria de expresión verbal. Voces de ambos sexos, y de todas las generaciones —con especial grana, quizás, en los nacidos en los cincuenta de la pasada centuria—, en un abanico que da cuenta de que la sed de concisión, por más que ahora defina el gusto del hombre del siglo xxi, ha estado siempre presente de una u otra manera entre nosotros. 

    «Un amigo es una conversación. En este mundo, casi nada da más de sí», escribe en uno de los aforismos de este libro Vicente Verdú. A modo de conversación, de confidencia, de reflexión convivida, se van trenzando una tras otra estas decenas de aforismos que brillan, nos deslumbran y nos dejan después prendidos en el fulgor de una pequeña gran verdad compartida con sus autores. Eso sí, de todo hay en estos relámpagos verbales, como en las grandes fiestas del lenguaje. Hay emociones y hay reflexiones. Hay carne de tuit y relecturas de los clásicos. Hay diarismo, experimentación y fragmentación. Hay mucha filosofía. Y sobre todo mucha poesía, porque de todas las razones del hombre es la razón poética la que con más holgura nos conforma. Pues poetas son, el sentido más genuino de la palabra, todos los pensadores que aquí se dan cita, desde Dionisia García hasta Eliana Dukelsky, pasando por Vicente Verdú, Antonio Colinas, Ignacio Gómez de Liaño, Rafael Argullol, Manuel Neila, Ramón Eder, José Luis Morante, Miguel Ángel Arcas, Carmen Canet, Miguel Catalán, León Molina, Mario Pérez Antolín, Jordi Doce, Gemma Pellicer, Sergio García Clemente, Andrés Neuman, Javier Sánchez Menéndez y Erika Martínez.

    Existe un buen número de definiciones de aforismo. Incluso hay estudios que lo identifican y lo distinguen con claridad frente a otros géneros breves de su misma familia; así, dentro de la paremia, los adagios, refranes, axiomas, proverbios, dialoguismos y hasta wellerismos —que vienen a ser la réplica anglosajona al sanchopanzismo español de toda la vida—. De ser, todos lo son: breves y chispeantes. Pero acaso podría bastarnos para la ocasión con la definición que en este libro nos ofrece el abulense, de El Bohodón, José Luis Morante: «Un zumbido de avispas».

    Como avispas nos pican en los ojos, al leer, y en la inteligencia, al releer, cuando resuena por las cavernas del cerebro toda esta maravillosa colección de aforismos, de «Materiales concisos». Sólo un pero: dada la notoriedad de los autores que concurren en esta cosecha, quizás antes que de aforismos deberíamos hablar de apotegmas. Dicho sea todo lo cual, que para espíritu tan liviano sobra y estorba prolegómeno tan plúmbeo, con las propias palabras de Dionisia García: «Adentrémonos en el camino y algo se encontrará».

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