Mario Pérez Antolín

Mario Pérez Antolín

Prólogo de La más cruel de las certezas. Victoria Camps.

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  • Accedo a la demanda de mi buen amigo, Mario Pérez Antolín, que me pide una breve presentación de sus aforismos, un género en el que él es maestro y yo me limito a leer con admiración y sorpresa. Sorprender es lo que consigue  el aforismo cuando atina a decir con claridad lo que se esconde tras una ocurrencia reflexionada. Descubre lo desapercibido, descoloca lo que parecía perfectamente ubicado, establece conexiones insospechadas. Un buen aforismo es la síntesis lograda de una idea que no precisa de ulterior desarrollo y que desvela la substancia de la autorreflexión.

    Entre la filosofía y la poesía, Pérez Antolín muestra con su escritura que el pensamiento es capaz de emocionar al dejar de ser ese discurso árido que sólo sabe enlazar abstracciones y nos distancia del mundo. El aforismo se nutre de observaciones de la realidad cercana, con ellas sacude al lector, subvierte el significado habitual de las palabras que ocultan los hechos, y así incita a la reflexión. Decía Wittgenstein que el cometido del filósofo era "enseñar diferencias". Él fue capaz de hacerlo con su estilo singularísimo de hacer filosofía, que no explicaba nada, simplemente constataba y conectaba ideas.

    Llegar a decir con la máxima brevedad lo que se presume que merece ser dicho obliga a descartar lo superfluo y, por supuesto, a distinguir lo superfluo de su contrario. El aforismo es un ejercicio de subrayar lo que merece ser apreciado. Como en la composición musical o en la poesía, la repetición forma parte de su esencia. Hay que volver una y otra vez sobre lo mismo para agotar todas las formas de presentarlo. No se trata de ofrecer una tesis ni mucho menos de desarrollarla, tampoco de plantear preguntas trascendentes, sino de seleccionar pequeños fragmentos de realidad y servírselos al lector para que los use a su antojo.

    Muchos años de bregar con la filosofía, y también con la política, le han enseñado a Pérez Antolín que el aislamiento es bueno y que no hay que dar nada por aceptado, ni siquiera a sí mismo, sin haberlo procesado de antemano. Estas páginas dan fe de la voluntad de no dejarse llevar por las inercias dominantes, de sacudirse las facilidades de la corrección política, de romper los tópicos y relativizarlo todo para extraer lo más profundo de la experiencia. Merece la pena detenerse en las ocurrencias que encierra este libro y dejarse interpelar por ellas. En tiempos tan angustiosos como los actuales, nada es más necesario que el pensamiento.

    VICTORIA CAMPS.

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