Mario Pérez Antolín

Mario Pérez Antolín

Fragmento de De nadie

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  • NI TUYO


    I


    Menos muy menos

    algo tan algo

    rumbo a la nada

    dentro por dentro.


    Como una sístole

    erre cual erre

    subo bajando

    bajo subiendo.


    Álzame pluma

    coge mi salto

    hazte una trenza

    con la pestaña.


    Siempre será

    salvo contigo

    mete una estrella

    donde la hubiere.



    II


    Estas manos de pastor

    han desollado millones de corderos

    sin el consentimiento de Él.

    Se impuso la purificación,

    la eugenesia,

    el matadero industrial,

    la carne envasada.

    Te rogamos, Señor, que nos permitas descansar.

    ¿Dónde está la leche

    que riega estos prados,

    la oropéndola que escondes

    en tus genitales?

    Te rogamos, Señor, que nos permitas reír.


    La próxima vez

    bastará una indicación tuya

    y dejaremos de bordar amapolas

    con el espray insecticida

    que pusiste en nuestro hígado.

    Te rogamos, Señor, que nos permitas preñarte

    antes de cumplir tus profecías.



    III


    Encenagado campo de tristeza,

    cielo raso de una celda desnuda,

    toisón que adornas cubos de basura

    mientras un buitre te come las llagas.


    Llegó el momento de las alabanzas

    y sin las manos debes lacerarte.

    Delante tendrás este crucifijo,

    el mismo que utilizan en asilos,

    colegios y conventos, hecho de

    miga de pan y madera podrida.


    Cuando anochezca y suenen los timbales,

    como los latidos amplificados

    de un corazón en su caja torácica,

    un oratorio elevará a los santos

    el resol que deja tu encarnadura.

    Juan de Yepes, dime dónde te escondes.



    IV


    Las emanaciones grises de adormidera

    me están ahogando.

    En el pomo de la puerta

    hay restos de lujuria y pintalabios;

    por eso no quiero cruzar al otro lado.

    Allí una sandía reventada

    parece el globo ocular de un cíclope.

    Hamlet y Electra esperan que se haga justicia

    o que alguien compasivo

    los convierta en nonatos.



    V


    Cuando veo una bandada de grullas

    en el cielo blanco,

    sé que no se acordarán de mí

    y que yo me olvidaré de ellas.

    Aun así,

    cuando veo una bandada de grullas

    en el cielo blanco,

    quiero alcanzarlas

    y que no se dejen alcanzar.



    VI


    ¡Qué pálida estás

    en esta noche sin luna!


    ¡Qué quieta dentro

    de la habitación vacía!


    ¡Qué sola, pareces una

    madona renacentista!


    ¡Qué bella, acompañada

    por cuatro cirios que escoltan

    el féretro donde descansas!



    VII


    Te han olvidado

    en el rincón más oscuro

    de la casa grande

    porque ya no sirves,

    porque ya no vales,

    porque eres viejo.


    En otro tiempo

    los propietarios reñían

    por conseguir tus favores,

    pero ahora

    nadie te hace caso

    porque ya no sirves,

    porque ya no vales,

    porque eres viejo.


    Buscas una segunda

    oportunidad

    para demostrar

    que aún estás en forma

    y con la misma

    disposición de antes.


    Aunque te haces notar,

    nadie repara en ti,

    y seguro que

    muy pronto

    encuentras por los pasillos

    de la casa grande

    a tu sustituto

    porque ya no sirves,

    porque ya no vales,

    porque eres viejo.

    Pobre perro,

    pobre animal de compañía.



    VIII


    Estos pigmentos acrílicos

    que me asfixian

    cuando sus vapores

    cubren de leche ácida

    la acolchada planicie

    del pastizal

    estos evangelios

    recién profanados

    por una manada de potros

    que llevan en los belfos

    piercings cónicos

    desearían doblegar

    al ingenuo

    con la gasolina

    que escapa del depósito

    donde se almacenan

    la avaricia   

    y la desconfianza



    IX


    Mensajero,

    que me vacío en su ausencia,

    le dirás;

    que mis ganas de tocarla

    reducen el álgebra

    a una mota de polvo,

    le dirás;

    que avanzo con una legión

    de amantes inconsolables,

    le dirás;

    que de repente

    lo acapara todo,

    le dirás;

    que estoy carnalmente

    abrasado de espíritu

    por ella,

    le dirás, mensajero,

    cuando la veas.



















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