Mario Pérez Antolín

Mario Pérez Antolín

Fragmento de La mas cruel de las certezas.

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  • Se hacía de noche y teníamos que dejar Machu Picchu. Subimos al tren, que por alguna razón demoraba su partida. Al parecer, muchos campesinos pobres y vendedores ambulantes querían también acomodarse en los vagones, a pesar de no tener billetes. Bastantes vencieron la escasa resistencia de los revisores y la virulenta oposición de los pitucos, ocupando amedrentados los pasillos estrechos. Cuando cedí mi asiento a una anciana de rasgos incaicos para hacer ostensible mi simpatía por los indígenas y mi desprecio por los oligarcas, se oyó una voz tonante que dijo, alto y claro: «¡Españoles, misioneros de mierda!». Yo, agnóstico convencido, nunca creí que semejante imprecación me fuera a llenar un día de orgullo.


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    Guarda siempre tus auténticas intenciones a buen recaudo y lejos del escrutinio general. Lanza un señuelo que exceda con mucho tus propósitos. Rebájalo después, en un acto simulado de generosidad, y aquello que antes de mala gana era admitido por los antagonistas, ahora se te agradecerá como un regalo. Siguiendo este truco, muchos reyes que querían deshacerse de los conspiradores dictaban su ejecución para conmutarla con posterioridad por la pena de destierro, y de esta manera eran considerados magnánimos en vez de crueles.


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    Lo más terrible es que no hace falta ser un depravado para violar mujeres, secuestrar niños y arrasar aldeas. En la guerra basta con recibir el adiestramiento necesario y ponerse en situación; entonces un anodino oficinista de los Balcanes, un simpático mecánico de Oklahoma o un laborioso campesino de Uganda son capaces de hacer lo que jamás creyeron que podrían haber hecho.

     

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    Chapotean las carpas en el pantano con el mismo entusiasmo que un bebé durante su baño diario. Yo no quiero pescar ninguna. Me conformo con observar el rito de apareamiento mientras el mirlo entona la balada nupcial. Cuando baja el nivel del agua, en el lecho quedan al descubierto lavadoras, neumáticos, escombros y sillas plegables: trastos inútiles que descansan sobre el légamo pegajoso, esperando que alguna de estas carpas idiotas comprenda su funcionamiento imposible.


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    Dicen que enloqueció de tanto mirarse por dentro, pero yo sé que otras fueron las causas: cuidaba un canario con verdadero esmero; en la tertulia de los domingos era recibido como un camarada; sus hijos, a los que apenas escribía, nunca faltaron en Navidad ni en sus cumpleaños; después de comer se daba un pequeño paseo con su viejo automóvil por los caminos de siempre. Estas cosas lo mantenían a flote, y, poco a poco, las fue perdiendo: el canario murió, disolvieron la tertulia, los hijos emigraron y no consiguió renovar el carné de conducir. Entonces supo que tenía que abandonar este mundo de una u otra forma, y el suicidio le acobardaba.

     

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    Me he puesto a gritar en mitad de la calle. Algún transeúnte, después de alarmarse, puso cara de sorpresa y siguió caminando. La rutina urbana de las doce del mediodía continúa inalterable: el barrendero barre, el perro mea, el coche acelera, el policía patrulla... A nadie le importa que a mí no me importe nadie; en eso debe consistir la indiferencia que se cuela por los subterráneos y se pega a la suela de nuestros zapatos con la insistencia de un chicle mascado. Tengo que irme antes de que alguien considere mi protesta un desorden público, tan subversivo como el mal aliento, como el sabor a nicotina o como bostezar en un concierto. Si mañana otro hace lo mismo que yo, si yo mañana hago lo mismo que otro, si unos cuantos gritamos y al menos dimite el gobierno que se apropió indebidamente de la castidad de un lirio, habrá comenzado una revolución insignificante, las únicas que merecen triunfar.


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    Solo no soy nada, me subsumo y me abismo, pierdo pie y me caigo, desaparezco y me borro. Reconcentradamente indistinto, igual de gastado que una fregona. Inútil incluso para lo mínimo. Junto a vosotros, en cambio, revivo, crezco, esponjo. En el pelotón se compacta la masa, toma forma la forma, la levadura hace subir el bizcocho. Menos mal que estoy dentro de esta bola de cebo, de este cardumen adiposo, de este rebaño de peces.


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    El púgil de calzón verde noqueó a su adversario en el séptimo round. Hasta entonces el combate estuvo equilibrado. Intercambiaron golpes sin mayores consecuencias. «No te dejes acorralar por las hélices del gladiador, aduéñate del centro del ring y sube la guardia», dijo el entrenador antes de que algo parecido a un saco de órganos deshechos en una batidora industrial comenzara a recibir, entre abucheos, el castigo de la gloria.

     

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    El mejor cobijo lo he encontrado debajo de los árboles frondosos. Las cúpulas de las iglesias me aplastan, a las casas les falta ventilación, en los puentes la humedad te cala los huesos y adentrarse en las cuevas supone pactar con la negrura. Solo cerca de la corteza de un árbol presiento el acogimiento de las madres.

     

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    La lucidez viene acompañada de la marginación. Nadie quiere tener cerca al crupier que nos pilla haciendo trampas.

     

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    La gran fortaleza del capitalismo reside en saber purgar los circuitos antes de su completa destrucción y en aprovechar sus ruinas para reconstruirse. Nunca se hunde completamente, porque nunca se levanta del todo.

     

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    Con los años la indiferencia gana terreno. La experiencia nos enseña que, tratándose del laberinto de las novedades, siempre salimos por donde entramos.

     

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    Mi primera experiencia como hombre libre se produjo el día en que desobedecí una orden y pagué por ello.

     

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    No se odia al que quieres odiar, sino al que no te quiere amar.

     

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    Imaginemos un escritor que concibe una novela en sus rasgos generales. Después se pone a escribirla durante varios años. Entrega el original a su editor y este, una vez hechas las oportunas revisiones y correcciones, decide que se impriman treinta mil ejemplares. El primer lector fue el crítico de una revista cultural.

    ¿En qué momento comenzó a existir la novela: cuando nació su autor, cuando este esbozó mentalmente las primeras ideas del proyecto, cuando puso la primera palabra, cuando puso la última, cuando el libro estuvo impreso, cuando alguien concluyó su lectura?

    Hasta que la instancia de conciencia no coincida en la acción con la instancia de presencia, los actos voluntarios habrán aparecido, pero desde luego nunca habrán existido. Por eso podemos decir que esa novela comenzó en cualquier momento y nunca.

     

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    Y todavía cree que puede darme lecciones aunque debo reconocer que es un vampiro más eficiente que yo porque selecciona y no se conforma con cualquier objetivo a pesar de que a los dos nos costó enderezar la inexorable tutela de un nacimiento catastrófico al contrario de lo que les sucedió a mis compañeros y cuantos parásitos han querido medirse conmigo sin que tenga ningún mérito ya que yo omito las comparaciones son una prueba de inseguridad intolerable para quienes tenemos un proyecto como el mío que consiste en acercarme poco a poco a la perfección y después reírme a su puta cara no me das miedo ni tú ni vosotros ni nadie que amenace el equilibrio inestable del que fui despojado al nacer como todos o pensáis que sois diferentes también tenéis una conciencia domesticada que os deja saborear el éxito del ultraje o la perversión a cambio del castigo impuesto por los condenados dueños del circo que hostigan a las fieras rebeldes a pesar de lo fácil que sería doblegarse o por lo menos seguir la corriente y el sentido obligatorio que te lleva al precipicio donde acabas colocándote en el nicho correspondiente y si encuentras pareja seguro que haces un nido y pones los huevos salvo que otro ladrón te lo quite todo y te deje con el culo al aire por confiado no vuelvo a fiarme de nadie me han dado tantos golpes que desprecio la carne desde que tomé la decisión de cargarme a los hombros la responsabilidad que otros tenían que haber trasladado al inextricable laberinto del que eres capaz de salir cuando encuentras un plano pero con esa ventaja empieza tu declive excepto que tengas tanta fuerza de voluntad como para continuar caiga quien caiga sin importarte lo que vas dejando atrás hasta la conquista de la condición humana esa que nadie regala tenemos que conseguirla a base de mucha paciencia y tesón con los que tampoco tienes garantizado nada digan lo que digan los expertos sesudos a los cuales no vale hacer mucho caso sus recomendaciones son las mismas que te darían de haber sido otro el analizado por lo que da igual ponerse en sus manos es mucho mejor salvar lo que tengas e ir tirando con lo poco que puedas obtener después de comprobar cuánto te necesitaban de verdad las personas íntegras que aún quedan aunque ya empezabas a desconfiar de todo el mundo no por una razón verificable pues tú eres inmune a los desafíos sino por una mera intuición que sometes a la crítica igual que las afirmaciones categóricas o los malditos juicios de valor tan sumamente certeros cuando se trata de cuestionar a los demás y anodinos cuando somos nosotros los emplazados a dar cuentas de nuestro desastroso pasado nada ejemplar razón por la que no seremos un buen modelo privilegio que tampoco pretendimos nunca o sí pero que en cualquier caso rechazamos tanto da pues lo único importante en esta vida es ir tirando conforme a esos principios que se tambalean a medida que nos hacemos más cínicos y descreídos por culpa de los desengaños que hemos sufrido de forma resignada para evitar ponernos en evidencia y convertirnos en marionetas del destino caprichoso con todos los actores de reparto que aceptan un papel secundario a cambio de ver sus nombres en los títulos de crédito según desaparece el haz de luz por el que nos inoculan todas las imágenes dentro de las cuales hay un racimo de conceptos intercambiables necesarios dado que quiero decir ya basta es suficiente seguir con esto solo nos traerá desgracia justo lo que no quiero encontrarme porque estoy harto de pretender cosas imposibles y de que por ello deba pagar tal alto precio superior al que jamás otros hayan tenido que hacer frente desde que descubrieron que su puesto en este mundo se reduce a una mera comparsa útil eso sí puesto que se necesita siempre un acompañante o terminan inventándote alguno con el cual entablas conversaciones sumamente profundas sobre el ser atrapado en el angosto territorio de la voluntad creadora donde suele acontecer que al sentirnos tan a gusto decidimos echar raíces y aun considerar que si bien hasta ahora fuimos poco más que un elemento diluido en agua podría suceder que lo por venir consistiera en algo tan imaginario que la realidad necesitara incluirlo en su estrategia de fascinación permanente de la que cada vez voy fiándome menos por la simple razón de que casi siempre el peso de la responsabilidad cae hacia mi capacidad de entendimiento y otras destruye los pocos asideros que me permiten ir trepando por esa montaña llena de grutas y minas profundas en las que nunca sé qué galería coger pues todas me llevan al mismo sitio un callejón sin salida inútil para el propósito que al comenzar mi vida marcó creo el destino de los compañeros empeñados en hacerme cambiar tal vez porque nunca creyeron en las fuerzas con las que en los momentos fundamentales sorprendo incluso a mis más severos críticos o a mí mismo después de establecer una serie de categorías fraudulentas desde un punto de vista ultrasensible y capaces de acordonar un sector del entendimiento sin el cual nos convertiríamos en meros espectadores de un espectáculo no apto para seres que todavía se entusiasman con un mendigo capaz de mantener la dignidad por encima de ustedes que si siguen enjuiciándome van a hacer que les odie y que termine por apagar la voz de mi conciencia

     

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