EL SENTIDO DE LA VIDA
Que el resultado de lanzar alguna
moneda al aire del azar dependa
parece algo bastante razonable.
Que las posiciones de una partícula
se midan por la probabilidad
puede adaptarse a las certeras leyes
del infalible método científico.
Que el árbol que derribó la tormenta
fuera fruto de la casualidad
no deja de ser insignificante.
Pero que el sentido de nuestra vida
sea como el de una vulgar moneda
o el de una partícula o el de un árbol
no deja de llenarme de pesar.
TRISTEZA
La mujer que camina sola por la calle
con un abrigo marrón y un bolso negro,
el perro que arrastra su pata y mea en una esquina,
el borracho que habla a los demás
para no decirse cuánto se odia,
la cola que espera paciente el autobús una tarde de invierno,
el que sale de una iglesia
y busca en su monedero una limosna,
la sirena de una fábrica o el llanto de un niño,
yo mismo, escribiendo estos versos,
qué triste me parezco;
qué tristes me parecen.
A FLOR DE PIEL
Para Isabel
En las yemas de los dedos de una mujer ciega,
en las alas vibrantes de una libélula,
en el pecho del condenado a muerte
un segundo antes de ser fusilado,
en el infrarrojo secreto de tu pulso,
en las venas del suicida
cuando se aproxima la cuchilla a la muñeca izquierda,
en el musgo sedante de tu nuca,
en un copo de nieve suspendido aún en el aire,
en la parte más sensible de tu cuerpo,
poso mis labios y te beso.
DIRÁS
Llegará la noche, y dirás que aún la tarde declina;
llegará el invierno, y dirás que aún el sol calienta;
llegará la vejez, y dirás que aún el cuerpo aguanta;
llegará el desamor, y dirás que aún mis caricias te excitan.
Porque la noche no quema, ni el invierno abrasa,
ni la vejez duele, ni el desamor taladra.
Solo cuando llegue la muerte, dirás que la muerte ha llegado.
SONIDOS
Me crece en el pecho el fragor
de los planetas destruyéndose,
la rabia de los perros despedazándose,
el silencio antártico de tu voz.
En el alma me dejas un murmullo
que se desvanece en una queja improbable.
Te deseo y te grito.
Hago percutir los huesos quebradizos
innecesariamente tuyos y no míos.
El estridor de insectos metálicos
perfora la garganta por la que salen,
sílaba tras sílaba, las palabras
que se intercambian los amantes clandestinos.
Todo es anterior a la voz,
cercano a la fricción de dos pieles en contacto
y posterior a la vibración irreverente de las llamas.
Paseo por la campiña y, al escuchar
la calma sosa de las majadas y los bosques,
tiemblo, porque a mí me llega también,
como en una interferencia telefónica,
el mugido sumiso de las reses degolladas,
el crujido seco de los árboles talados.
LA PRIMERA NEVADA DEL AÑO
Noviembre de 1996
Los tejados se acolchan de satén blanco
entre el balanceo blando de los copos
y la gasa leve del cielo.
El mundo parece
hoy una fotografía en blanco y negro
dentro de una fea caja de zapatos.
No hay nada que perturbe nuestro sosiego:
el viento apenas sopla, el frío se templa,
los pasos se amortiguan.
Ninguna excusa nos impide arrojarnos
al vacío desde la ventana, salvo
que está nevando,
y es la primera vez que lo hace este año.
SE EQUIVOCÓ DE ASCENSOR
El final de una jornada de trabajo en la oficina
igual a cualquier otra.
Repasa los últimos informes,
recoge la cartera,
enfila el pasillo
y pulsa el botón del ascensor.
Se abren las puertas con estrépito.
La rutina inmutable de todos los días.
Desciende los pisos del edificio
y en el tercero se detiene;
al instante se apaga la luz.
¿Cuánto durará la interrupción del suministro eléctrico?
Empieza a pensar
que tal vez no quede nadie que acuda a socorrerle.
Acciona la alarma, grita, patalea, enciende una cerilla.
Nada impide que el silencio se apodere del espacio
y la oscuridad del tiempo.
Le falta el aire.
Apenas puede moverse en el angosto
nicho en que se ha convertido su recinto.
Intenta no perder los nervios.
No imaginaba que la claustrofobia
produjera este tipo de alucinaciones.
Por fin escucha un golpe seco y atronador;
espera que sea el motor,
el chirriar de las poleas que anuncie la vuelta a la normalidad,
aunque se parece más a la tierra húmeda
arañando un cajón de madera.
Descubre algo tarde que lo entierran vivo,
y que el descenso de este ascensor
va directo al averno.
CHANEL N.º 5
Las notas florales de mi perfume
tienen en idénticas proporciones
los siguientes componentes:
el sudor de un galeote
y la punzante embriaguez del jengibre;
la sopa de asilo caliente,
que impregna el traje de un anciano,
y el cítrico desbordamiento de tus besos;
la hogareña paz del estiércol y las brasas,
y la acidez amarga de un pomelo;
sándalo y carne quemada
en las cremaciones del Ganges;
savia y el rastro mortífero
del jaguar en la espesura.
Al olerme, pulverizas
las moléculas de nuestra
segura transubstanciación,
me quitas el único orgullo
que le queda a un cuerpo desnudo.
MATER DOLOROSA
Para mi madre
Voy a hacerte ese poema pendiente
antes de que te mueras y nos dejes,
antes de que sea demasiado tarde
y la angustia me cierre la garganta,
la pena me inmovilice los dedos
y la tristeza me queme los ojos.
Quiero decirte, sin más, que te debo
todo lo bueno que pasamos juntos,
no porque me parieras con cesárea
ni te desvelara mi educación,
no porque hayas entregado tu vida
con desesperación de madre buena,
sino simplemente porque saber
que aún estás tan cerca de mí me hace
la existencia un poco más soportable.
SADHU
Siento crecer la hierba
y girar la Tierra.
Percibo la erosión de los glaciares
y el retroceso de los acantilados.
Los terremotos me sacuden
las membranas del espíritu.
Soy capaz de ver la trayectoria de una bala
y el aleteo de una libélula.
Presiento las tormentas
y descifro el enigma cuántico del sufrimiento.
¿Que cómo he conseguido esta habilidad?
Es muy fácil:
basta con cerrar los ojos,
tumbarse en un lecho,
prescindir del mundo,
refugiarse en el ser
y dejarse arrastrar por el tiempo hasta la nada.
EL PUNTO
Para María Zambrano
Todo lo contiene
y es comienzo de todo.
Termina las frases
y llena las imágenes.
No es perfecto.
Puede ser suspensivo,
aparte y seguido.
En la distancia
nos reducimos a su masa.
Cualquiera que sea
la matriz que lo envuelva,
dará forma a la forma.
Una lujuria de fotones,
un fundido en negro,
la simple esencia de la nada,
en fin, el fin.
NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE
Duda de lo brillante:
los ojos brillantes
son síntoma de fiebre;
en los suelos pulidos,
solemos resbalar;
el resplandor nos ciega
y nos desorienta;
están los ataúdes
siempre barnizados
y el instrumental
quirúrgico, bruñido;
las estrellas que rielan
en el firmamento
son las más hermosas,
gotas iridiscentes
que ya no existen cuando
su luz llega a nosotros.
FRÁGIL ISTMO
Los collares de perlas, las medallas,
las corbatas, los dogales, los cepos,
las gargantillas, yugos y grilletes
fueron hechos para ceñir el frágil
istmo de elasticidad curvilínea
con la intención de ensalzar o humillar
su armoniosa silueta de papiro.
Tan solo las manos, duras o suaves
según la intensidad de su presión,
pueden pasar del delicado roce
al crudelísimo estrangulamiento
sin más solución de continuidad.
Pocas cosas provocan en el hombre
reacciones tan opuestas como el cuello.
ROCINANTE
Rocinante no se queja:
soporta la fatiga y el ridículo,
las raciones escasas de cebada,
la herida en los ijares de la espuela.
Lleva un trote entre digno y desgarbado
con el que hollar las florestas
y los páramos manchegos.
Está dispuesto siempre a galopar
por segura que sea la caída
en el polvo del camino.
A su edad cuántos quisieran
mantener la compostura
que necesita la caballería,
aunque lo consigue a muy duras penas
y con mucho quebranto reprimido.
No hace reproches, sabe que peor
que caballo de un hidalgo
hubiera sido ser bestia de carga.
Espera recibir un digno entierro
y que en su epitafio ponga:
«No hallaréis mi osamenta en este túmulo,
no por ello me considero menos
real que todos vosotros».
DESPERDICIOS
El árbol tira las hojas
indiferente a los efectos.
Las nubes arrojan sus gotas
con la desmesura de una
ráfaga de ametralladora.
La serpiente muda su piel
y no se siente mutilada.
Muchos bártulos no caben
en nuestro equipaje,
conviene deshacerse de algo
durante la travesía:
empezamos por lo inútil,
después sigue lo accesorio,
y, si no hay nada que tirar,
es que la vida
no nos necesita
y por eso nos suprime.
EL AMOR ES UNA TELA QUE BORDA LA IMAGINACIÓN
Voltaire
La encontré demasiado pronto.
Dimos un final prematuro
a lo que empezó antes de tiempo.
No hubo lágrimas ni rencor:
estaba todo por hacer.
La encontré demasiado tarde.
Acabó sin apenas darme
cuenta de que había acabado.
No hubo lágrimas ni rencor:
estaba, sin duda, todo hecho.
El amor tiene estos caprichos:
no basta con reconocer
a la persona conveniente,
es imprescindible que nos
pregunte la casualidad
si tenemos algún derecho
a ser felices siempre juntos.
LÁMPARA VOTIVA
Tengo en carne viva el alma
y cualquier combustión libre
consume el oxígeno
de mis células calientes.
¡Oh, llama, que te adueñaste
de la pureza cautiva
en los confines secretos
de la floración amada!
¡Oh, llama, que violas
la materia oscura
donde el demonio rezuma
nuestra mueca de rencor!
¡Oh, llama, que ya no quemas,
que no alumbras, que no tiemblas!
Abrasaste a la polilla
que se acercó demasiado
a tu luz incandescente.
Incéndiame hasta lo más
profundo del bosque,
allí está la cría que
mi yugular amamanta
con un seco descabello.
Continúa ese camino
de pavesas, pues irás
al lugar exacto donde
se renueva la crisálida
hechizada por la noche.
PATERNIDAD
Hoy, mientras observo a mi hijo
atrapar lagartijas en el jardín,
te veo verme
y acuso el golpe que te dio en mis costillas
la calavera hueca.
Soy como eras cuando abrazo a tu nieto,
que no sentiste, pero amaste al amarme.
Repito los consejos que me has legado
para que los comprenda el injerto que me hicieras
en el baipás heráldico de tu simiente marchita.
Soy, a través del tiempo, todos los huérfanos
cuando acaricio al vástago que me diste.
Siento el vapor ancestral del padre ausente.
Quiero recomponer tu presencia ahora
con los frágiles huesitos que enterré en el estiércol
doméstico de nuestra vida futura.
Terminaré este puzle aunque no tenga la pieza
que te llevaste en tu fuga temprana.
GREDOS
El vuelo de un milano
dibuja una línea negra
perfecta, a media loma,
con la precisión de un calígrafo
chino que esparce tinta
sobre la nieve sin fundirla.
La vega hace tiempo que dio
paso a una garganta umbría,
tan angosta que nos permite
vadear su caudal de un salto.
Las peñas de cuarcita aguantan
el frío en la intemperie diáfana
que invade el espacio macizo
de aquellos alcores serranos.
Por un momento imaginé
que yo era el único ser vivo
dispuesto a conseguir
la naturaleza inorgánica
después de auscultar mi alma
y descubrir una gran sima.
PINAR
Anillos concéntricos.
Microscópicas fibras de celulosa
que adoptáis la verticalidad de un mástil
cimbreado por galernas,
de un fuste boreal
con las costillas rotas
por las patadas del viento.
Las piñas caen como un peso muerto.
Acoges nidos,
larvas tóxicas, faunos imaginarios
y setas leprosas.
Sostienes el dintel del cielo
gracias a la táctil sensibilidad
de tus yemas precoces.
Una lágrima de resina
recorre el tronco leñoso
con la parsimonia fósil
de un coágulo de sangre.
CIELO CON VENCEJOS
Aleatorio vuelo de vencejos.
Partículas elementales que gravitan en los surcos del celofán celeste.
Aprovechad que hoy nada os impide adueñaros del aire
porque quizá mañana esta sutileza sea una trampa o un espejismo.
El límite lo pone vuestra fuerza
cuando se encuentra entre dos posibles situaciones:
con una mantenéis la tensión,
la otra os hace estrellaros contra el vacío.
Únicamente así es posible el movimiento.
LACRIMOSA
Las lágrimas que se evaporan en nuestra piel,
cuando llegan al cielo, contagian su pena a las nubes
y precipitan un aguacero de bondad.
Las que caen al suelo buscan raíces secas e insectos crujientes
antes de perder su sabor a desengaño.
Las que no lloramos crean un lago dentro del cerebro
tan profundo como un espejo.
35 MILÍMETROS
Podría haber cultivado la tierra con la reja y podría,
ensalivando el humus, haber hecho fetiches dulces como el mazapán;
podría haber entubado tu silueta
y podría haber sujetado las alas con los alfileres capilares
que utilizan en los ritos de iniciación a la pubertad;
podría haberte desvestido hasta que tu fantasma apareciera desnudo
y, envuelto en un charco de mercurio,
podría haber roto las nueces con la mandíbula del Neandertal,
menos aquella que cuelga del lóbulo seco.
Sin embargo, preferí que estos fotogramas quedaran sin montar
en la versión definitiva de mi vida.
EL SUEÑO DE COLÓN
Lo dicen los números.
El planisferio se pliega sobre el vértice de la pleamar.
Sigue habiendo raciones escasas y riesgo de motín.
Manglares y mosquitos contra este muñeco de latón que avanza entre suposiciones.
Tengo dudas por más que la codicia me anima a seguir,
y el astrolabio coincide con mis tripas en que allá a donde vamos
hay una iguana que nos verá desembarcar
como si fuéramos un retroceso en la evolución.
La derrota es siempre la misma: a veces fracaso, a veces rumbo.
LA SENSUALIDAD DEL PROLETARIADO
La sencillez con que el martillo golpea en el clavo,
la limpieza con que la hoz siega la espiga,
la precisión que se requiere para manejar una grúa
como si fuera el cuello de un recién nacido,
el heroísmo del que entra en una mina de la que anteayer no salieron tres compañeros.
Redes, poleas, engranajes inútiles sin el dominio emocional sobre la fuerza mecánica.
Un apretón de manos sellado con la escoria que sale de las chimeneas.
Volver al trabajo, cambiar de turno, ir al paro:
cualquier forma de trabajo oculta una sensualidad por la materia indiferente al intercambio
y superior, con mucho, al valor de las palabras.