Mario Pérez Antolín

Mario Pérez Antolín

Fragmento de Yo eres tú

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    EL SENTIDO DE LA VIDA

    Que el resultado de lanzar alguna

    moneda al aire del azar dependa

    parece algo bastante razonable.

     

    Que las posiciones de una partícula

    se midan por la probabilidad

    puede adaptarse a las certeras leyes

    del infalible método científico.

     

    Que el árbol que derribó la tormenta

    fuera fruto de la casualidad

    no deja de ser insignificante.

     

    Pero que el sentido de nuestra vida

    sea como el de una vulgar moneda

    o el de una partícula o el de un árbol

    no deja de llenarme de pesar.

     

     

    TRISTEZA

    La mujer que camina sola por la calle

    con un abrigo marrón y un bolso negro,

    el perro que arrastra su pata y mea en una esquina,

    el borracho que habla a los demás

    para no decirse cuánto se odia,

    la cola que espera paciente el autobús una tarde de invierno,

    el que sale de una iglesia

    y busca en su monedero una limosna,

    la sirena de una fábrica o el llanto de un niño,

    yo mismo, escribiendo estos versos,

    qué triste me parezco;

    qué tristes me parecen.

     

     

    A FLOR DE PIEL

                                                    Para Isabel

    En las yemas de los dedos de una mujer ciega,

    en las alas vibrantes de una libélula,

    en el pecho del condenado a muerte

    un segundo antes de ser fusilado,

    en el infrarrojo secreto de tu pulso,

    en las venas del suicida

    cuando se aproxima la cuchilla a la muñeca izquierda,

    en el musgo sedante de tu nuca,

    en un copo de nieve suspendido aún en el aire,

    en la parte más sensible de tu cuerpo,

    poso mis labios y te beso.

     

     

    DIRÁS

    Llegará la noche, y dirás que aún la tarde declina;

    llegará el invierno, y dirás que aún el sol calienta;

    llegará la vejez, y dirás que aún el cuerpo aguanta;

    llegará el desamor, y dirás que aún mis caricias te excitan.

    Porque la noche no quema, ni el invierno abrasa,

    ni la vejez duele, ni el desamor taladra.

    Solo cuando llegue la muerte, dirás que la muerte ha llegado.

     

     

    SONIDOS

    Me crece en el pecho el fragor

    de los planetas destruyéndose,

    la rabia de los perros despedazándose,

    el silencio antártico de tu voz.

    En el alma me dejas un murmullo

    que se desvanece en una queja improbable.

    Te deseo y te grito.

    Hago percutir los huesos quebradizos

    innecesariamente tuyos y no míos.

    El estridor de insectos metálicos

    perfora la garganta por la que salen,

    sílaba tras sílaba, las palabras

    que se intercambian los amantes clandestinos.

    Todo es anterior a la voz,

    cercano a la fricción de dos pieles en contacto

    y posterior a la vibración irreverente de las llamas.

    Paseo por la campiña y, al escuchar

    la calma sosa de las majadas y los bosques,

    tiemblo, porque a mí me llega también,

    como en una interferencia telefónica,

    el mugido sumiso de las reses degolladas,

    el crujido seco de los árboles talados.

     

     

    LA PRIMERA NEVADA DEL AÑO

                                    Noviembre de 1996

    Los tejados se acolchan de satén blanco

    entre el balanceo blando de los copos

    y la gasa leve del cielo.

    El mundo parece

    hoy una fotografía en blanco y negro

    dentro de una fea caja de zapatos.

    No hay nada que perturbe nuestro sosiego:

    el viento apenas sopla, el frío se templa,

    los pasos se amortiguan.

    Ninguna excusa nos impide arrojarnos

    al vacío desde la ventana, salvo

    que está nevando,

    y es la primera vez que lo hace este año.

     

     

    SE EQUIVOCÓ DE ASCENSOR

    El final de una jornada de trabajo en la oficina

    igual a cualquier otra.

    Repasa los últimos informes,

    recoge la cartera,

    enfila el pasillo

    y pulsa el botón del ascensor.

    Se abren las puertas con estrépito.

    La rutina inmutable de todos los días.

    Desciende los pisos del edificio

    y en el tercero se detiene;

    al instante se apaga la luz.

    ¿Cuánto durará la interrupción del suministro eléctrico?

    Empieza a pensar

    que tal vez no quede nadie que acuda a socorrerle.

    Acciona la alarma, grita, patalea, enciende una cerilla.

    Nada impide que el silencio se apodere del espacio

    y la oscuridad del tiempo.

    Le falta el aire.

    Apenas puede moverse en el angosto

    nicho en que se ha convertido su recinto.

    Intenta no perder los nervios.

    No imaginaba que la claustrofobia

    produjera este tipo de alucinaciones.

    Por fin escucha un golpe seco y atronador;

    espera que sea el motor,

    el chirriar de las poleas que anuncie la vuelta a la normalidad,

    aunque se parece más a la tierra húmeda

    arañando un cajón de madera.

    Descubre algo tarde que lo entierran vivo,

    y que el descenso de este ascensor

    va directo al averno.

     

     

    CHANEL N.º 5

    Las notas florales de mi perfume

    tienen en idénticas proporciones

    los siguientes componentes:

    el sudor de un galeote

    y la punzante embriaguez del jengibre;

    la sopa de asilo caliente,

    que impregna el traje de un anciano,

    y el cítrico desbordamiento de tus besos;

    la hogareña paz del estiércol y las brasas,

    y la acidez amarga de un pomelo;

    sándalo y carne quemada

    en las cremaciones del Ganges;

    savia y el rastro mortífero

    del jaguar en la espesura.

    Al olerme, pulverizas

    las moléculas de nuestra

    segura transubstanciación,

    me quitas el único orgullo

    que le queda a un cuerpo desnudo.

     

     

    MATER DOLOROSA

                                   Para mi madre

    Voy a hacerte ese poema pendiente

    antes de que te mueras y nos dejes,

    antes de que sea demasiado tarde

    y la angustia me cierre la garganta,

    la pena me inmovilice los dedos

    y la tristeza me queme los ojos.

    Quiero decirte, sin más, que te debo

    todo lo bueno que pasamos juntos,

    no porque me parieras con cesárea

    ni te desvelara mi educación,

    no porque hayas entregado tu vida

    con desesperación de madre buena,

    sino simplemente porque saber

    que aún estás tan cerca de mí me hace

    la existencia un poco más soportable.

     

     

    SADHU

    Siento crecer la hierba

    y girar la Tierra.

    Percibo la erosión de los glaciares

    y el retroceso de los acantilados.

    Los terremotos me sacuden

    las membranas del espíritu.

    Soy capaz de ver la trayectoria de una bala

    y el aleteo de una libélula.

    Presiento las tormentas

    y descifro el enigma cuántico del sufrimiento.

    ¿Que cómo he conseguido esta habilidad?

    Es muy fácil:

    basta con cerrar los ojos,

    tumbarse en un lecho,

    prescindir del mundo,

    refugiarse en el ser

    y dejarse arrastrar por el tiempo hasta la nada.

     

     

    EL PUNTO

                    Para María Zambrano

    Todo lo contiene

    y es comienzo de todo.

    Termina las frases

    y llena las imágenes.

    No es perfecto.

    Puede ser suspensivo,

    aparte y seguido.

    En la distancia

    nos reducimos a su masa.

    Cualquiera que sea

    la matriz que lo envuelva,

    dará forma a la forma.

    Una lujuria de fotones,

    un fundido en negro,

    la simple esencia de la nada,

    en fin, el fin.

     

     

    NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE

    Duda de lo brillante:

    los ojos brillantes

    son síntoma de fiebre;

    en los suelos pulidos,

    solemos resbalar;

    el resplandor nos ciega

    y nos desorienta;

    están los ataúdes

    siempre barnizados

    y el instrumental

    quirúrgico, bruñido;

    las estrellas que rielan

    en el firmamento

    son las más hermosas,

    gotas iridiscentes

    que ya no existen cuando

    su luz llega a nosotros.

     

     

    FRÁGIL ISTMO

    Los collares de perlas, las medallas,

    las corbatas, los dogales, los cepos,

    las gargantillas, yugos y grilletes

    fueron hechos para ceñir el frágil

    istmo de elasticidad curvilínea

    con la intención de ensalzar o humillar

    su armoniosa silueta de papiro.

    Tan solo las manos, duras o suaves

    según la intensidad de su presión,

    pueden pasar del delicado roce

    al crudelísimo estrangulamiento

    sin más solución de continuidad.

    Pocas cosas provocan en el hombre

    reacciones tan opuestas como el cuello.

     

     

    ROCINANTE

    Rocinante no se queja:

    soporta la fatiga y el ridículo,

    las raciones escasas de cebada,

    la herida en los ijares de la espuela.

    Lleva un trote entre digno y desgarbado

    con el que hollar las florestas

    y los páramos manchegos.

    Está dispuesto siempre a galopar

    por segura que sea la caída

    en el polvo del camino.

    A su edad cuántos quisieran

    mantener la compostura

    que necesita la caballería,

    aunque lo consigue a muy duras penas

    y con mucho quebranto reprimido.

    No hace reproches, sabe que peor

    que caballo de un hidalgo

    hubiera sido ser bestia de carga.

    Espera recibir un digno entierro

    y que en su epitafio ponga:

    «No hallaréis mi osamenta en este túmulo,

    no por ello me considero menos

    real que todos vosotros».

     

     

    DESPERDICIOS

    El árbol tira las hojas

    indiferente a los efectos.

    Las nubes arrojan sus gotas

    con la desmesura de una

    ráfaga de ametralladora.

    La serpiente muda su piel

    y no se siente mutilada.

    Muchos bártulos no caben

    en nuestro equipaje,

    conviene deshacerse de algo

    durante la travesía:

    empezamos por lo inútil,

    después sigue lo accesorio,

    y, si no hay nada que tirar,

    es que la vida

    no nos necesita

    y por eso nos suprime.

     

     

    EL AMOR ES UNA TELA QUE BORDA LA IMAGINACIÓN

                                                            Voltaire

    La encontré demasiado pronto.

    Dimos un final prematuro

    a lo que empezó antes de tiempo.

    No hubo lágrimas ni rencor:

    estaba todo por hacer.

     

    La encontré demasiado tarde.

    Acabó sin apenas darme

    cuenta de que había acabado.

    No hubo lágrimas ni rencor:

    estaba, sin duda, todo hecho.

     

    El amor tiene estos caprichos:

    no basta con reconocer

    a la persona conveniente,

    es imprescindible que nos

    pregunte la casualidad

    si tenemos algún derecho

    a ser felices siempre juntos.

     

     

    LÁMPARA VOTIVA

    Tengo en carne viva el alma

    y cualquier combustión libre

    consume el oxígeno

    de mis células calientes.

    ¡Oh, llama, que te adueñaste

    de la pureza cautiva

    en los confines secretos

    de la floración amada!

    ¡Oh, llama, que violas

    la materia oscura

    donde el demonio rezuma

    nuestra mueca de rencor!

    ¡Oh, llama, que ya no quemas,

    que no alumbras, que no tiemblas!

    Abrasaste a la polilla

    que se acercó demasiado

    a tu luz incandescente.

    Incéndiame hasta lo más

    profundo del bosque,

    allí está la cría que

    mi yugular amamanta

    con un seco descabello.

    Continúa ese camino

    de pavesas, pues irás

    al lugar exacto donde

    se renueva la crisálida

    hechizada por la noche.

     

     

    PATERNIDAD

    Hoy, mientras observo a mi hijo

    atrapar lagartijas en el jardín,

    te veo verme

    y acuso el golpe que te dio en mis costillas

    la calavera hueca.

    Soy como eras cuando abrazo a tu nieto,

    que no sentiste, pero amaste al amarme.

    Repito los consejos que me has legado

    para que los comprenda el injerto que me hicieras

    en el baipás heráldico de tu simiente marchita.

    Soy, a través del tiempo, todos los huérfanos

    cuando acaricio al vástago que me diste.

    Siento el vapor ancestral del padre ausente.

    Quiero recomponer tu presencia ahora

    con los frágiles huesitos que enterré en el estiércol

    doméstico de nuestra vida futura.

    Terminaré este puzle aunque no tenga la pieza

    que te llevaste en tu fuga temprana.

     

     

    GREDOS

    El vuelo de un milano

    dibuja una línea negra

    perfecta, a media loma,

    con la precisión de un calígrafo

    chino que esparce tinta

    sobre la nieve sin fundirla.

    La vega hace tiempo que dio

    paso a una garganta umbría,

    tan angosta que nos permite

    vadear su caudal de un salto.

    Las peñas de cuarcita aguantan

    el frío en la intemperie diáfana

    que invade el espacio macizo

    de aquellos alcores serranos.

    Por un momento imaginé

    que yo era el único ser vivo

    dispuesto a conseguir

    la naturaleza inorgánica

    después de auscultar mi alma

    y descubrir una gran sima.

     

     

    PINAR

    Anillos concéntricos.

    Microscópicas fibras de celulosa

    que adoptáis la verticalidad de un mástil

    cimbreado por galernas,

    de un fuste boreal

    con las costillas rotas

    por las patadas del viento.

    Las piñas caen como un peso muerto.

    Acoges nidos,

    larvas tóxicas, faunos imaginarios

    y setas leprosas.

    Sostienes el dintel del cielo

    gracias a la táctil sensibilidad

    de tus yemas precoces.

    Una lágrima de resina

    recorre el tronco leñoso

    con la parsimonia fósil

    de un coágulo de sangre.

     

     

    CIELO CON VENCEJOS

    Aleatorio vuelo de vencejos.

    Partículas elementales que gravitan en los surcos del celofán celeste.

    Aprovechad que hoy nada os impide adueñaros del aire

    porque quizá mañana esta sutileza sea una trampa o un espejismo.

    El límite lo pone vuestra fuerza

    cuando se encuentra entre dos posibles situaciones:

    con una mantenéis la tensión,

    la otra os hace estrellaros contra el vacío.

    Únicamente así es posible el movimiento.

     

     

    LACRIMOSA

    Las lágrimas que se evaporan en nuestra piel,

    cuando llegan al cielo, contagian su pena a las nubes

    y precipitan un aguacero de bondad.

    Las que caen al suelo buscan raíces secas e insectos crujientes

    antes de perder su sabor a desengaño.

    Las que no lloramos crean un lago dentro del cerebro

    tan profundo como un espejo.

     

     

    35 MILÍMETROS

    Podría haber cultivado la tierra con la reja y podría,

    ensalivando el humus, haber hecho fetiches dulces como el mazapán;

    podría haber entubado tu silueta

    y podría haber sujetado las alas con los alfileres capilares

    que utilizan en los ritos de iniciación a la pubertad;

    podría haberte desvestido hasta que tu fantasma apareciera desnudo

    y, envuelto en un charco de mercurio,

    podría haber roto las nueces con la mandíbula del Neandertal,

    menos aquella que cuelga del lóbulo seco.

    Sin embargo, preferí que estos fotogramas quedaran sin montar

    en la versión definitiva de mi vida.

     

     

    EL SUEÑO DE COLÓN

    Lo dicen los números.

    El planisferio se pliega sobre el vértice de la pleamar.

    Sigue habiendo raciones escasas y riesgo de motín.

    Manglares y mosquitos contra este muñeco de latón que avanza entre suposiciones.

    Tengo dudas por más que la codicia me anima a seguir,

    y el astrolabio coincide con mis tripas en que allá a donde vamos

    hay una iguana que nos verá desembarcar

    como si fuéramos un retroceso en la evolución.

    La derrota es siempre la misma: a veces fracaso, a veces rumbo.

     

     

    LA SENSUALIDAD DEL PROLETARIADO

    La sencillez con que el martillo golpea en el clavo,

    la limpieza con que la hoz siega la espiga,

    la precisión que se requiere para manejar una grúa

    como si fuera el cuello de un recién nacido,

    el heroísmo del que entra en una mina de la que anteayer no salieron tres compañeros.

    Redes, poleas, engranajes inútiles sin el dominio emocional sobre la fuerza mecánica.

    Un apretón de manos sellado con la escoria que sale de las chimeneas.

    Volver al trabajo, cambiar de turno, ir al paro:

    cualquier forma de trabajo oculta una sensualidad por la materia indiferente al intercambio

    y superior, con mucho, al valor de las palabras.

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